viernes, 12 de febrero de 2010

Esse est percipi . Ser es ser percibido

Todos los días sin excepción se levantaba temprano. A veces, incluso antes de acostarse.
Salía a la calle todavía en penumbra, y como llevando a cabo un ritual compraba presuroso el diario aun tibio.
Recorría los avisos fúnebres con frenetismo, buscándose.
Él, que se sabía muerto, necesitaba verse allí anunciado para estar seguro de que no era un mero sentimiento absurdo e inexacto como todo sentimiento.
Pero por suerte ahi estaba, día tras día. No importaba que le fueran cambiando el nombre, que lo extrañara una esposa llamada Esther o Azucena, tener cuatro hijos que no lo olvidarían jamás o sólo ser recordado por una compañía de Bienes raíces. Lo importante era estar seguro: hoy soy muerto.
Él sabía que no se podía confiar en las sensaciones. "Un día una persona puede sentir que vuela, pero ir arrastrando los pies sobre la vereda cargándolos como anclas de un naufragio. El único método infalible para determinar con certeza si realmente se vuela es que la gente te vea elevándote por sobre sus cabezas". Por supuesto, éste era un ejemplo absurdo que él había inventado para explicarse. Todos sabemos que volar es imposible. En cambio, sí se puede estar muerto.
Pero sólo podía confiar en su estado necrológico si el periódico se lo confirmaba amablemente en pequeñas letras de tinta negra.

Cuando por algún despiste no conseguía encontrarse fácilmente, se desesperaba.
No fuera a ser que ese día no bastara con permitirse la inacción cadavérica y le tocara vivir.

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