jueves, 11 de febrero de 2010

Ingratos resquemores de insomnio

Sientiéndonos presas de Los Hechos
fingiendo sorpresa
cada vez que no resultan como lo esperábamos
fingiendo alegría
cuando sí lo hacen.

Acabamos cayendo en un estatismo incontrolable
Quedamos en silencio
arrinconados
contemplativos
y expectantes
como al acecho de algo de lo que nos sabemos incapaces
En el fondo
esperando ser rescatados
Y aunque repitamos continuamente
que es responsabilidad propia
quedarnos tiesos o salir del búnker
disfrazamos con razones nuestra inmovilidad
y aceptamos vivir por inercia y capricho
de los hechos circundantes.

Llamamos lógica
a la toma de decisiones en función de las ajenas
que no es otra cosa que cobardía.

Esperamos la estabilidad del entorno
para poder, ¡Ahora sí!, autorizarnos a ser felices.
Porque hasta que no acabe la vorágine
no podremos abrazar la alegría
en ninguna de sus formas.

Y así,
condicionando mil veces la posibilidad de sentirnos plenos,
encontramos al fin una justificación
para nuestra sensación de vacío.
Que ni si quiera es un vacío erradicable
con un par de artefactos.
No, no.
Es un vacío helado
que nos retuerce las entrañas
nos mantiene los ojos bien abiertos cuando dormimos
bien cerrados cuando vivimos.
Que juega a las soledades
disfrazándose de Ausencia
repitiéndonos al oido
que no merecemos salir del estado en que elegimos sumirnos.
Que no somos la excepción a la regla fatal
que determina que todo Humano está condenado a la infelicidad
que todo inicio nace condenado a muerte.

Y así
inconstantes
insoslayables
mártires indemnes
terminamos ocultando nuestros resquemores
tras insípidas
paradojas
lingüísticas.

No hay comentarios.: